miércoles, 13 de mayo de 2015

Cómo derrumbar ese concepto falso de sociedad


"La mitad de los problemas en el mundo se solucionarían si las personas pusieran en práctica los conceptos que promueven." - Yo


En uno de mis tradicionales viajes al Centro de Medellín me encontré con Joaquín, un ex-compañero de estudio, crítico y fumador a morir. Era de los que siempre señalaba el problema pero no la solución. Por encima se le veía que terminaría metido en la política.

“Qué más Juan!! Cómo vas? Qué me cuentas de tu vida?”, me dijo con cierta euforia actuada, a la vez que extendía sus brazos para darme un abrazo.

“Bien, bien. Sin mucha novedad”, respondí con poco entusiasmo, y con cierta cara de rechazo mientras lo abrazaba de vuelta y tenía cuidado con el cigarro que tenía él en su mano.

No quiero entrar en el detalle de toda la conversación, pues si lo hiciera perderían el interés en esta historia. Me limitaré entonces a describir de manera detallada la parte final de la misma.

Valga aclarar, y para entender lo que les voy a narrar, que por aquellos días Joaquín resultó ser un candidato al Concejo de Medellín, su botón pegado en la camisa dejaba leer ‘Vota 5 por Joaco’.

Sin más preámbulo voy al grano del asunto.

Joaquín me dice: “Juancho, y contame. Por quién tenés pensado votar en estas elecciones?”

“Por nadie”, le respondo. “Creo que el voto en Colombia es algo por lo cual no vale la pena esforzarse”

“Juancho, creo que estás equivocado. No estás teniendo en cuenta el concepto de sociedad. Si queremos hacer sociedad entonces tenemos que votar. Pensar que nuestro voto no hace la diferencia es algo que no es propio de alguien inteligente, como tú”, dijo cual si fuera un sacerdote dando un sermón.

Debo ser honesto, me ofendió lo que dijo respecto pensar que si no voto entonces sería ‘poco inteligente’. Sin embargo, respiré profundo y procedí a aclararle mi argumento.

“Joaquín, te puedo preguntar algo distinto a este tema de política?”, interrogué de manera abrupta.

“Sí, claro!”, me respondió con su sonrisa fingida.

“Por qué fumas?”, le pregunté.

“Cómo así que por qué fumo?”

“Sí, yo quiero que me cuentes cuál es la razón por la que fumas”, enfatizo, mientras él responde con mirada capciosa: “Fumo porque me relaja”

“Entiendo… Eso quiere decir que cuando fumas pensás en vos, en tu ser, en tu tranquilidad?”

“Mmm, sí… ya que lo pones de esa manera, sí. Pienso en estar más tranquilo”

“Vale, perfecto. Entonces te aclaro: yo no voto por la misma razón que vos fumás”, le respondí de manera seca.

“Cómo así?”, me contestó con cara de no creer mi argumento.

“Mirá, seamos honestos: en Colombia, las personas que elegimos son corruptas, y el ente que regula la votación – la Registraduría – es uno de los tantos untados de tal corrupción. No existen garantías para asegurar que mi voto irá directamente a quien quiero que me represente. Cuando digo que no voy a votar es porque estoy pensando en mí, pienso por ejemplo que mi tiempo es valioso y no quiero irlo a desperdiciar votando, mi dinero vale y no quiero derrocharlo en el desplazamiento hasta la sede de votación y mi opinión es valiosa para que sea ignorada por un sistema corrupto.”  Y finalicé de manera tajante diciendo: “yo votaré y pensaré en tu concepto de sociedad cuando tú pienses en mi concepto de medio ambiente y dejes de contaminarlo. Cuando tú fumas piensas en ti, no piensas en los que no lo hacemos y nos estamos viendo afectados; cuando yo no voto, pienso en mí, y no estoy viendo a quienes afecto por mi falta de participación ciudadana.”

Joaquín cambió su semblante, se rió de manera hipócrita mientras se iba diciendo “hasta luego, Juacho”.

Hasta el día de hoy me pregunto si el medio ambiente hace parte de ese concepto de sociedad del que hablaba Joaquín.

Juan Camilo Marín

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