lunes, 12 de mayo de 2014

Carta abierta para mi padre en su cumpleaños


Papá,

Perdona si en esta ocasión no decidí regalarte lo usual. Pensé en darte una corbata o una camisa, pero admitámoslo, a pesar de lo mucho que te gusta la ropa elegante, también tienes mucha. Luego se me ocurrió enviarte una torta de chocolate, pero entonces recordé que el doctor recomendó bajarle a los niveles de azúcar, por lo tanto esta no era una buena opción. Finalmente, se pasó por mi mente una cena familiar, pero bien sabes que por ahora esto me queda un poco complicado debido a la distancia. 

Después de devanarme la mente tratando de figurar el regalo perfecto se me ocurrió entonces darte algo que considero más especial. Hoy, día de la Virgen María y día de tu cumpleaños, he decidido presentarte unas cuantas palabras.

Creo que la vida, entre muchas otras cosas, se compone de recuerdos, agradecimientos y perdones. Los recuerdos nos ayudan a forjarnos como personas, buscando no cometer los mismos errores que hemos cometido y mejorar las cosas buenas que hemos hecho. Los agradecimientos, son la forma de devolver el favor recibido de la manera más sencilla pero también más sincera. Los perdones, nos vuelven más humanos y nos ayudan a fortalecer lazos con quienes realmente nos aman. Hoy vengo a hablarte de eso: de recuerdos, agradecimientos y perdones.

Hablemos por ejemplo del fútbol que tanto nos gusta a los dos…

Recuerdo con gran cariño aquellos partidos que nos jugábamos donde el tío Gerardo, en los cuales yo siempre quería jugar de delantero tratando de anotar y tú hacías las veces de defensa, que por cierto, hacías muy bien. Admito que siempre quise ser de bueno como tú.

Quiero agradecerte por inculcarme el fútbol. Gracias porque en él he encontrado alegrías y tristezas, pasión y odio, esperanza y decepción. El fútbol es, en muchos aspectos, el espejo de nuestra realidad. Gracias papá, por las pelotas o guantes de arquero que me compraste. Por darme ese pequeño uniforme de Atlético Nacional cuando apenas entendía el significado de un gol. Gracias por llevarme a ver al Verde al Atanasio por primera vez.

Perdón si no logré ser ese jugador ‘calidoso’ que de pronto pudiste haber visto en mí. Perdón, por mis groserías y gritos cuando juega Nacional o el Arsenal. Perdón, por no compartir más a tu lado esos partidos que televisan de vez en cuando.

Ahora, por qué no mejor hablar de tus palabras…

Recuerdo los ‘sermones’ que me echabas cada vez que metía las patas en el colegio. Debo admitir que a veces me daba miedo cuando me llamabas para decirme “Juan Camilo, debemos hablar”, y mucho más cuando comenzabas con tus introducciones extendidas, poniendo en la mesa todos los hechos para analizar.

Quiero agradecerte enormemente por tus palabras llenas de afecto y sabiduría. Disculpa que no traiga a colación todas las frases o consejos que he recibido de tu parte, si lo hiciera, esta carta no llegaría a ti hoy sino dentro de 50 años. A pesar de ello, quiero mencionar algo que me dijiste en estos días: “Hijo, uno no debe vivir de la nostalgia del pasado”. Simples palabras pero de gran profundidad. De hecho, ahora que me detengo a pensar, veo que contigo aplican en su totalidad, pues a tu lado no necesito recordar o sentir nostalgia del padre bueno que siempre has sido. No, por el contrario, esto es una diaria y constante realidad. 

Perdón papá si alguna vez no escuché tus palabras. Perdón, cuando en mi afán interrumpí lo que me decías, sabiendo incluso que lo preparabas con dedicación y cariño, con el único objetivo de dar una lección y nunca reprender porque sí. Perdón papá por a veces despreciar el gran tesoro que representa tu sabiduría.

Padre, quiero comentarte algo sobre tu energía inagotable…

Recuerdo esas caminadas que te pegabas desde La América hasta Envigado, ida y vuelta. Recuerdo que siempre te dabas tu respectiva siesta y los ejercicios matutinos antes de comenzar el día. Recuerdo el montón de años que trabajaste en Flamingo. En especial, todos los días recuerdo esa vitalidad y energía que tanto te caracterizan, que hasta el día de hoy mantienes y que de alguna forma heredé un poco. De hecho, si me preguntan, no recuerdo haber visto a Héctor Marín quejándose por estar cansado. Estoy seguro que tu estado de salud actual se debe a ese ritmo de vida que has llevado.

Quiero agradecerte el querer siempre trasmitir esa energía, no sólo a mí, sino a todos los que te rodean. Tus palabras, y tus gestos se encargan por sí solos. Gracias papá porque en esta distancia, cuando me he sentido bajo de energías, tú, mi madre y Nacho han sido los energizantes que me han levantado. Doy gracias a dios pues me ha permitido compartir a tu lado y disfrutar de tu compañía por estos 30 años de vida que tengo. No muchas personas tienen el privilegio de tener a sus seres queridos al lado por tan prolongado tiempo. Finalmente, gracias papá por heredarme esos genes ¿Te he contado que por mayoría de votos nací en el 88? Nadie, por estas tierras, me ha puesto más de 25!

Perdón papá si en algún momento me ha faltado esa energía. Perdón si a veces la pereza me ha derrotado. Perdón, si en ocasiones no he sido ese energizante para ti, así como lo has sido para mí. Perdona si nunca te he dicho ‘viejo’ o ‘mi viejo’, lo siento pero no lo eres. Perdona por olvidar siempre tu edad, con un padre como tú es difícil recordar si tienes 50 u 86.

Hablemos, finalmente, del ejemplo que has sido para mí…

Recuerdo que en muchos problemas en nuestras vidas siempre tomaste las decisiones acertadas y de la manera correcta. Recuerdo siempre esa coherencia entre lo que predicas y practicas, que tanto te caracteriza. Recuerdo además lo buen padre, esposo y trabajador que has sido. No por nada, tu familia te ama tanto y en Flamingo te tienen el aprecio y respeto que ya conoces.

Gracias padre mío por inculcarme los valores más importantes: el respeto y el amor. Gracias por tratarme como lo has hecho siempre. Gracias por respetar a mi madre y por consentirla como una reina. Gracias por ser un padre ejemplar, del cual hablo siempre con la frente en alto y me siento constantemente orgulloso. Gracias porque a través de tu fe y tus valores religiosos me enseñaste a creer en un Dios y en depositar mi fe en Él cuando he tenido momentos de angustia.

Perdón papá por mis errores y defectos. Créeme, ellos no son producto de tu ejemplo. Perdona si mi lejanía con la religión católica ha puesto en duda tu imagen sobre mí. Quiero que sepas que Dios es un elemento fundamental en mi vida y que además la Virgen siempre está en mi corazón – así tal cual, como me lo enseñaste. Finalmente papá, perdona si te he decepcionado en alguna ocasión, mantener el nivel del hijo que realmente mereces tener es muy difícil


Papá, espero que estas palabras sean un regalo que quede guardado en tu corazón de por vida. La corbata o la camisa se desgastan, mi afecto por ti no. Espero que este nuevo año de vida esté lleno de alegrías y podamos vernos pronto en nuestro hogar, Colombia. Que me relates tus cuentos, experiencias y chistes y que me sigas contagiando tu buen ejemplo y vitalidad eterna.

De todo corazón, te deseo un muy feliz cumpleaños.

Tu hijo, que tanto te ama,

Juan Camilo